4.9.07

Dragón rojo, horizonte verde

La deriva ética e intelectual de los vendedores de sueños del Vaticano ha recalado, estos días, en declaraciones y actos públicos ciertamente sospechosos. A la invención del “Día de la Creación” ante los acólitos de Loreto, por la cual el obispo Ratzinger se ha destapado como un convencido ecologista, se unen las chapuceras manipulaciones del documento de Aparecida, las mucho más chapuceras realizadas sobre algunos artículos de la Wikipedia y las extravagancias de Castel Gandolfo aludiendo a un malvado “Dragón Rojo” al que hay que vencer. Como jamás se nos ha dado por menospreciar el instinto y la astucia del viejo alemán, suponemos que el trasfondo de tales méritos políticos e intelectuales refleja fielmente los mecanismos y los anhelos espirituales de la curia. ¿Qué más ecológico y puro que un mundo saneado del pecado, de las secreciones de los cuerpos y de cierta persistente y molesta memoria histórica? Además, el color verde seduce, tiene incluso un aire de aséptico “ecumenismo” y de diálogo inter-religioso que hace juego con el rojo del dragón materialista y con los zapatos de Prada del santo dandy. Nunca una civilización cuidó más del medio ambiente que cuando practicaba el feudalismo, durante el cual la santa Iglesia era un amo respetado y poderoso. Por entonces, según cuentan otras leyendas, también pululaban fieros dragones, que custodiaban a díscolas princesas y asolaban las cosechas.

Lo de Wikipedia, por su parte, remite a la santa y antigua costumbre de transformar el pasado, que tanto agrada a los mártires de la fe. Ya dijeron en su tiempo que los fósiles de los grandes saurios habían sido puestos ahí por el demonio, para confundirnos, y que Mitra, Osiris o Dionisos habían imitado, siglos antes, el nacimiento milagroso y la resurrección de Cristo. ¿Por qué no falsificar en el Wiki la ficha de Gerry Adams, el líder del Sinn Fein irlandés? Suena extraño, sin embargo, y debemos confesar que no acertamos a descubrir el sentido y la oportunidad de la travesura. Más fácil de interpretar es la amputación del documento de Aparecida. Las sospechas recaen sobre el cardenal chileno Francisco Javier Erráruriz y sobre el obispo argentino Andrés Stanovnik, presidente y secretario respectivamente en aquella fecha del CELAM. Al parecer, existían en él ciertas alusiones a la solidaridad con los pobres, sin duda infectadas por un tufillo aperturista y chabacano impropio de la monarquía vaticana. Un ténue resplandor rojizo y dragonil que fue inmediatamente advertido y neutralizado, con la llamada del propio Erráruriz a un “Gran Congreso” sobre comunidades cristianas de base, en el que se busquen “caminos fecundos”. Es decir, sumisión inequívoca a los dictados de Roma.

Esto del mal y de los dragones que atacan a la Iglesia exige, según Benedicto, la urgente intervención de la Vírgen María, a quien se ha encargado, ahora, de velar por el pueblo peruano. Como cualquier terremoto de prestigio, el que asoló las ciudades del sur está sirviendo para que algunos pocos se hagan muy ricos con el desvío de fondos y ayudas solidarias. Hay que tener en cuenta que más de la mitad de las víctimas mortales se encontraban en el interior de iglesias católicas -200 en Pisco, 57 en Chincha y 17 en Ica-, y de ahí la implicación económica de Roma, que ha destinado a la tragedia algo menos de la milésima parte de los beneficios del IOR (Instituto para las Obras de Religión) durante el pasado año. Quizá este alarde de generosidad intente ocultar que, de acuerdo con la normativa actual, los templos de la Iglesia no tienen por qué seguir los trámites de aprobación del INDECI, obligatorios para todo centro público en el que se aglomeran personas. Ni están obligados a contar con estructuras reforzadas y certificadas, ni con baños adecuados, estacionamientos suficientes y extintores de incendios en cada columna. Ya se ha hablado de “negligencia culposa” en algunos medios, pero, tratándose de aquello de lo que se trata, hay que reconocer que la negligencia no es una actitud aislada y que se extiende a todo el aparato burocrático del catolicismo. En especial, cuando otros “dragones rojos” denuncian abusos sexuales, actos de pederastia, manejos económicos, torturas o simples asesinatos. En el caso de “Don” Gelmini, los dragones adoptan la llamativa forma de grupos de presión "judeo radical chic". Eso sí, la negligencia es inexistente cuando se trata de ejercer como corporación gremial.

Los acontecimientos del presente dibujan una geografía extraña y hostil. Podemos atravesarla como adormecidos ciudadanos, o, por el contrario, como extranjeros comprometidos con la lucidez y la crítica. Es preciso que seamos firmes en la defensa de las libertades. Los fanáticos y los fundamentalistas, blancos, verdes o púrpuras, no se limitan a apuntalar una clericalización parcial. Desgraciadamente, van a por todo el botín. La buena conciencia es, definitivamente, rentable. Y ello, a pesar de las molestias que esos “círculos radicales y masones” de la Unión Europea (dragones rojos también, al fin y al cabo) se empeñan en ocasionar a estos reciclados y glamourosos Padres de la nueva Iglesia ecologista…

(Editorial del Boletín crítico-informativo de la Federación Internacional de Ateos, FIdA, nº 135)

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