17.1.07

Carta al embajador de Marruecos en España, a propósito de la condena a los periodistas del Nichane


Exmo Sr. Oman Azziman
Embajada del Reino de Marruecos en España
C/ Serrano 179,
28002 Madrid
correo@embajada- marruecos. es


Excmo. Señor Embajador:

Cuando la revista Nichane publicó, hace cosa de un mes, una serie de chistes que aludían a la religión y a la política, muchos demócratas nos alegramos ante lo que parecía abrir un período de mayor libertad de prensa en su país. Como sabemos, la ironía y la crítica son síntomas saludables de cualquier sociedad democrática, o que al menos se precie de tal.

También en España sufrimos en ocasiones algunos intentos estrafalarios que pretenden blindar de toda crítica a los símbolos de la religión, o al querido primo de Su Majestad, y que quieren apagar la mordacidad y la sonrisa, alegando para ello un "respeto por las creencias" que, como personas cultas, no acabamos de comprender. Se supone que la libertad de conciencia está por encima de ciertas susceptibilidades, pero esta verdad de Perogrullo no siempre es compartida por todo el mundo.

Tampoco comprendemos que el floreciente negocio de pantuflas del Príncipe de los creyentes no pueda ser objeto de sátira, como cualquier otra de sus aficiones mundanas (la botánica, la banca, el tráfico de mercaderías, la minería, la televisión, los seguros o el vino, por ejemplo). Porque, como persona inteligente que es Vd., ya habrá intuido hace tiempo que los divinos atributos que caracterizan al Rey de los pobres no pasan de ser simple protocolo, un signo externo de respetabilidad. De lo contrario, algunos pensarían con malicia que su país vive en un régimen feudal, teocrático y policíaco, y no en una democracia moderna.

Pero lo que sí parece evidente es el escaso sentido del humor del Primer Ministro, el aburrido Sr. Driss Jettou. En ello no se asemeja precisamente al venerado Hassan II, progenitor de Su Majestad, cuya segunda mayor fortuna consistía en saber reírse de todos, incluso de sí mismo. Y ello aunque, según los chistosos redactores de Nichane, ni Dios reconoce haber intervenido en su aparición en el mundo...

Por supuesto, es posible que el mal talante del Sr. Jettou haya sido causado por asuntos más íntimos, familiares incluso. Así que queremos expresarle nuestro convencimiento de que, a pesar de las oscuras sospechas que circulan por su país, ni las llamadas al orden de las autoridades kuwaitíes ni las presiones del Majzen podrían haber causado efecto alguno en persona tan respetable como él. De ser ciertas esas calumnias, Monsieur Jettou habría demostrado una extrema debilidad y falta de carácter. Y las clases populares de su país saben reír, a pesar del debido respeto a las leyes. O precisamente por eso.

Afirma Monsieur Ksikes, redactor jefe de la Nichane, que la decisión de cerrar la publicación fue ilegal, porque el artículo 66 de la ley de prensa no permite al Primer Ministro la prohibición total de una revista. Sea como sea, lo que se ha consumado en su país, señor Embajador, es un juicio contra la sociedad marroquí. Y la sentencia, tan injusta como ridícula, permite suponer que su pueblo todavía es considerado por jueces, políticos y santones como una masa de ignorantes, iletrados y menores de edad.

Condenamos con firmeza la injusticia cometida con los periodistas Driss Ksikes y Sanaa al Aji. Condenamos la pervivencia en los tribunales marroquíes de tales prácticas autoritarias y supersticiosas. Condenamos la existencia en su país de leyes absurdas contra la blasfemia. Condenamos que los súbditos de Su Majestad no puedan, con plena libertad, reírse de sí mismos, de sus gobernantes, de sus dioses y de sus profetas. Condenamos que en las montañas de su país se exponga en enormes caracteres la trilogía Dios, Patria, Rey, como si las teocracias no fueran el residuo de un pasado vergonzoso, y condenamos que la población de su país experimente miedo de decir en voz alta lo que verdaderamente piensa.

Por favor, transmítale a su Gobierno todas estas condenas.

Y muchas gracias.