27.7.05

Inexistencias

No es lo mismo "saber" que "poder demostrar con pruebas". La inexistencia de "dios" no es demostrable del mismo modo a como lo es la inexistencia de un concepto matemático falso, o la inexistencia de un medio gaseoso con todas las características de un sólido. Consideramos que algo es falso cuando incurre en una contradicción lógica o en una imposibilidad racional. Nuestra idea de lo verdadero y de lo falso no se construye a partir de una "creencia", sino de las propias experiencias, de nuestra relación constante con las personas y los objetos. La física jamás encontró a un "dios" encondido en la materia, y esto, además de ser prácticamente doctrina cristiana, no hace sino confirmar la imposibilidad científica de negar un imposible.

Si acudimos a las matemáticas, los creyentes se mostraran muy satisfechos de hallar el concepto de "número infinito", de "cálculo integral", y deducirán de allí la inevitabilidad de la metafísica y del espíritu. Pero el ateo no puede encontrar pruebas en las matemáticas, porque por ese método sólo es posible demostrar la imposibilidad de un imposible mediante un tratamiento lógico, y "dios" es un concepto que está más allá de la lógica. ¿Qué ciencia es capaz de demostrar la imposibilidad de un imposible cuyas herramientas no sean físicas y estén más allá de la lógica? Para el creyente, todo son pruebas de la existencia de su dios. Para el ateo, que siempre es visto como un transgresor o como un creyente fanático en sus insanas elucubraciones, es imposible encontrar pruebas de su negación. Por eso creen los que creen que los que no creemos creemos.

El método científico, por supuesto, no funciona a base de dogmas. Pero lo irracional ha de poder ser analizado por lo racional, y no al contrario. Cuando se comprende que el dogma es una imposición intransigente, se ve a los creyentes prisioneros de una trampa para ellos invisible, de la que son incapaces de escapar. Para el creyente (y también para el agnóstico) jamás serán definitivas las pruebas en contra de la existencia de "dios", porque parecen no entender que no hay ciencia capaz de proporcionarlas, ya que el objeto al que se quiere someter a análisis, sencillamente, no existe.

Carta abierta a los agnósticos

Me pregunto si la prudencia de los agnósticos no obedece a un anhelo de respuesta religiosa, si tras vuestra defensa de la necesidad de argumentos "científicos" no se esconde la esperanza de estar amparados bajo una autoridad que os exima de tomar decisiones. Nos acusáis, a los ateos, de dogmáticos, porque negamos una locura colectiva que a vosotros se os antoja, irracionalmente, como posible, o como necesitada de refutación para ser colectivamente rechazada, o finalmente comprendida. Pretendéis que la teología sea confirmada o desechada por la razón, cuando la primera, tras siglos de ser bárbaramente considerada la "señora" de la filosofía, es por naturaleza engañosa creadora de quimeras y fantasmas. Pretendéis una negación "con pruebas" a los monstruos engendrados por la fascinación, el miedo y la ignorancia de los hombres. Y, no contentos con semejante papel de viciosos mosqueteros de la"verdad científica", todavía no suficientemente convencidos de que la realidad no tiene planos metafísicos superpuestos a la maravillosa materia, exigís, para vuestra consolación, que respondamos los ateos a ese vuestro defecto de interpretación con argumentos certeros, impólutos, demostrativos de que esa duda inherente a los agnósticos, residuo de una mentalidad mágica que no tardará felizmente en ser superada, es, sencilla y llanamente, una evidencia.

Ni "dios" existe, ni puede "existir", ni es una "posibilidad" necesitada de prueba alguna. ¿Los animales tienen dioses? ¿los niños los adoran? ¿acaso los árboles, por su verticalidad, representan la prueba de una adoración cósmica, como dijo una vez un metafísico en plena eclosión de demencia? ¿o es que teméis que el ser humano, carente de esa piadosa mentira que es la religión, halle nuevos obstáculos de carácter ético en su proceso histórico de liberación? ¿o acaso se precisa del "argumento dios" para la comprensión científica del más mínimo resquicio de la realidad?

¿Qué mueve al autotitulado agnóstico a exhibir públicamente su incertidumbre y su indecisión como si constituyera un rasgo de racionalidad? ¿se trata de una inconfesable pretensión a la alabanza colectiva, a la virtuosa tolerancia, al espíritu de conciliación? ¿es quizá porque aparentemente responde a una postura elegante, honorable y respetuosa? Nadar entre dos aguas es un ejercicio que precisa de mucha prudencia, o de mucha insensatez. Si "dios", máximo extremo de la curva de la estupidez de la especie, tuviera la más mínima posibilidad de existir, si constituyera una hipótesis falsable o verificable, nuestra historia, en justa correspondencia, no sería más que un lamentable desfile de esclavos.

Mirad de una vez, frente a frente, a ese gusano, al "dios del universo" producto de nuestra ignorancia, y osad, en pleno disfrute de vuestra madurez, arrastrar por el barro a ese y a los restantes excrementos ideológicos que esputaron nuestros sufridos antepasados...

Reflexiones cognitivas

Quizá la religiosidad haya surgido en el momento en que la reflexión cognitiva del homo sapiens sapiens ha elaborado explicaciones al fenómeno de la propia muerte, siendo sus derivados culturales otros tantos caminos erróneos que la mente ideó como abstracción. Los homínidos, al igual que el resto de bichos, carecían de comportamientos condicionados por la teoría,que no es sino una elaboración cultural. Entonces, queda claro que "dios" es un producto de la reflexión, y que hablar de su posibilidad de existencia fuera de un ámbito puramente gramatical es una contradicción.

Animismo y alienación religiosa

Gonzalo Puente Ojea establece el principio de la alienación religiosa no en el animismo primitivo, al que no ubica en ninguna sobrenaturalidad, siguiendo más o menos en esto a Tylor, sino en su posterior transformación en un "animismo extensivo". La diferencia es la siguiente: para el hombre primitivo la creencia en un "ánima" supone la coexistencia de dos órdenes de materialidad, corporal uno y anímico el otro, pero no de un dualismo metafísico de "materia" y "espíritu" interpretados como lo "natural" y lo "sobrenatural", que surgirá mucho más tarde. El "alma" está vinculada al cuerpo, ligada a los latidos, a la respiración, al aliento, a la sangre, a la mirada. Pero esta proyección, carente de significado religioso, provocará la creencia en espíritus incorporales autónomos, susceptibles de adherirse a cualquier soporte material. Considerada así, la creencia en espíritus es el punto de arranque de la fabulación religiosa, "en cuanto cristalización de las proyecciones animistas originales" (Puente Ojea, "Animismo, el umbral de la religiosidad", ed. siglo XXI, 2005).

El retorno de las Luces

Sólo un retorno renovado del espíritu de la ilustración, de las luces como sustento filosófico y racional de una moral atea, contraria al espeso magma de condicionamientos psíquicos derivados de la moralina judeocristiana y delictiva de occidente, puede ocasionar el desarrollo de actitudes que vayan configurando las condiciones para una transformación sociológica global. El ateísmo es en realidad anterior al "embrujamiento" de la inteligencia, es una disposición clara y directa con respecto a los datos proporcionados empíricamente por la realidad, lo cual destruye cualquier veleidad de interpretar a la religión como el resultado de una estructura genética del ser humano.

Durante siglos el ateo ha sido considerado producto de su rechazo, un contrario dialéctico a algo preexistente, consolidado y estabilizado. Ya es hora de desmontar ese prejuicio, de afirmar que el ateísmo no corresponde a una actitud de rechazo, sino a una positividad anterior a la mutación ética, filosófica y existencial introducida por la peste religiosa. El ateísmo es primero en el orden temporal.

Fenomenólogos

Se opina, mayoritaria y erróneamente, que el hombre atribuyó desde un principio significados sobrenaturales a los fenómenos físicos. Me pregunto por qué estos argumentos son tan comunes incluso entre los ateos. La tésis aceptada viene a decir que el hombre es religioso por naturaleza, que la experiencia de lo sagrado constituye un elemento más de la estructura de la conciencia, y que, según desafía Elíade (en el 1º volúmen de su Historia de las creencias y la ideas religiosas, p. 26) "corresponde a los partidarios de la falta de religiosidad de los hombres prehistóricos aportar pruebas en apoyo de su hipótesis". Tras esta afirmación, basada en "documentos" tan opacos como cráneos humanos, utensilios de piedra, pigmentos y "diversos objetos", viene a contar que los paleoantrópidos tenían ya una religión. Sin embargo, luego admite que "la mayor parte de los documentos anteriores al Auriñacense (30.000 a. C.) no revelan ningún dato aparte de su valor utilitario".

"Ya el sinanthropus tenía una religión", dijeron, con absoluto desparpajo, el británico James y el holandés Koenigswald. Y así, a fuerza de torniquete, estos sabios de la fenomenología apuntalaron científicamente el infame edificio que las religiones ya habían alzado siglos ha, en su afán por convencernos de que Adán y Eva veían a Dios en el paraíso, aunque luego la zorrona de Eva se liara con la serpiente.

Sin embargo, ninguna prueba objetiva y determinante apoya esta peregrina hipótesis, que pretende introducir en la conciencia del hombre el bulo de que es desde su origen un ser genéticamente condicionado a alabar al ectoplasma divino, metafísico y omnipotente que, según dicen, creó y gobierna el universo.

Lo cierto es que durante un período muy prolongado los hombres primitivos no conocieron en absoluto la fe en lo sobrenatural, y que ésta apareció en un momento crítico de transformación y descomposición de la sociedad primitiva. Y, no obstante, es seguro que ya disponían de una inteligencia y de una imaginación completamente desarrolladas.

26.7.05

Materia. La Conjura.

Sólo hay una realidad: la materia, organizada en la Naturaleza y poseedora por sí misma, y sin ninguna causa extramaterial, de movimiento. Todos los acontecimientos en la naturaleza se hallan estrictamente determinados; no sólo no hay Providencia de ninguna clase, más tampoco hay azar. Los diferentes tipos de movimientos que se observan en la Naturaleza son sólo distintos modos de ser de la materia. Sólo hay Naturaleza, y en ésta hay sólo materia y movimiento, y una sucesión rigurosa de causas y efectos. La materia se explica por sí misma y no debe buscarse nada tras ella.

"Cuando una persona de vuestro carácter ha comenzado a sacudirse el yugo de las opiniones recibidas, debe ir hacia adelante, librarse totalmente de ellas y considerar la religión una opinión tiránica inventada para dominar las mentes" (Nicolás Fréret, "Carta de Trasíbulo a Leucipa").

**

Ando atribulado intentando crear una Federación de Ateos, una conjura universal de individuos capaz de luchar contra la peste religiosa, de investigar los fundamentos para una nueva moral sensualista, hedonista y libre de los prejuicios que atenazan hoy a los cuerpos. Urge un ateísmo argumentado, construído, sólido y militante. Urge acabar con la moralina delicuescente heredada del judeocristianismo, y retornar al hedonismo, a la virtud como resultado de la autocrítica, a un epicureísmo radical.

Vuelve el nuevo espíritu de las Luces, el más temido.

Meslier, los psicópatas y la sepia


El ateo consciente y declarado, el negador de cualquier posibilidad de existencia metafísica, no surge hasta Meslier (1664-1729). Los creyentes, sin embargo, disponen de un amplio vocabulario para caracterizarse: teísta, deísta, panteísta, monoteísta, politeísta, fetichista, animista... Así, la salud mental (atea) ve pasar ante sí toda una retahíla de psicopatías. El ateísmo no es un logro de la razón, sino el estado natural del hombre; la religión es un pathos, un fenómeno ideológico, una aberración. Se parece a una enorme sepia, que cambia de color y que, cuando se siente amenazada, expele un chorro de tinta para dejarlo todo en tinieblas... Oscurece todos los principios.