Gonzalo Puente Ojea establece el principio de la alienación religiosa no en el animismo primitivo, al que no ubica en ninguna sobrenaturalidad, siguiendo más o menos en esto a Tylor, sino en su posterior transformación en un "animismo extensivo". La diferencia es la siguiente: para el hombre primitivo la creencia en un "ánima" supone la coexistencia de dos órdenes de materialidad, corporal uno y anímico el otro, pero no de un dualismo metafísico de "materia" y "espíritu" interpretados como lo "natural" y lo "sobrenatural", que surgirá mucho más tarde. El "alma" está vinculada al cuerpo, ligada a los latidos, a la respiración, al aliento, a la sangre, a la mirada. Pero esta proyección, carente de significado religioso, provocará la creencia en espíritus incorporales autónomos, susceptibles de adherirse a cualquier soporte material. Considerada así, la creencia en espíritus es el punto de arranque de la fabulación religiosa, "en cuanto cristalización de las proyecciones animistas originales" (Puente Ojea, "Animismo, el umbral de la religiosidad", ed. siglo XXI, 2005).