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El ateo consciente y declarado, el negador de cualquier posibilidad de existencia metafísica, no surge hasta Meslier (1664-1729). Los creyentes, sin embargo, disponen de un amplio vocabulario para caracterizarse: teísta, deísta, panteísta, monoteísta, politeísta, fetichista, animista... Así, la salud mental (atea) ve pasar ante sí toda una retahíla de psicopatías. El ateísmo no es un logro de la razón, sino el estado natural del hombre; la religión es un pathos, un fenómeno ideológico, una aberración. Se parece a una enorme sepia, que cambia de color y que, cuando se siente amenazada, expele un chorro de tinta para dejarlo todo en tinieblas... Oscurece todos los principios.
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