29.12.06

Los blasfemos, a la hoguera


¿Un pesebre en el contenedor? De kafkiano y malvado ha calificado el suceso la abogada que presentó hace unos días la denuncia en el Juzgado de guardia de la capital malagueña contra la pérfida directora del instituto “Las Lagunas”. La acusación, simple y evidente: Infracción con alevosía del artículo 525.1 del Código Penal español. Escarnio y vejación de las creencias religiosas. La penitencia exigida, recta pero indulgente: de ocho a doce meses de prisión. Que sea el año cumplido es lo que cabe desear, porque la infamia no se limitó a un insulso, bobo, desganado y poco elaborado abandono de los sacratísimos muñequitos, las cabritas, el caganer, los pastorcillos y los angelotes en el cubo de la basura. Como dice nuestra beata denunciante, la muy puta de la directora no se quedó en ofensa leve, sino que lo suyo ha sido, además de borde y con mala leche, un “ataque en toda regla contra nuestras raíces culturales”.

Los padres católicos de la FECAPA se mostraron más blanditos días antes. Pidieron, con cierta buena fe, la destitución inmediata de la interfecta por lo que consideraron “una actitud irrespetuosa”. La tacharon de “católica resentida y reaccionaria”, y a su herejía circunstancial sumaron el poco respeto y el desprecio que pareció haber demostrado la señora por las pías manualidades de los niños. El Consejero de Educación, claro, pudo oponer sus retorcidos argumentos incluso con cierta desgana y bastante descaro, pues en estas fiestas tan familiares costumbre es apelar al buen rollito de las gentes y desearse mucha, muchísima felicidad.

Por fortuna –y digo bien-, no todo es miel sobre hojuelas en este bendito país, y aún existen quienes, percibiendo indudablemente el olor a azufre allí donde comienza a infectar el ambiente, alzan a voz en grito su santa cólera y empuñan de nuevo la cruz y la espada frente a esos atisbos, tímidos todavía, del laicismo agresor y totalitario que parece querer invadirlo todo, por obra y gracia del diabólico Zapatero.

Así que, zapateros contra carpinteros, más que metáforas son claridades lo que debería exigirse en todo momento. De ahí mi apoyo incondicional y mi simpatía por la señora denunciante, que no limita sus razones a causas peregrinas fácilmente desechables por los adalides de la aconfesionalidad –“falta de respeto” o “desprecio por el trabajo de sus niños”- sino que ahonda en la raíz filosófica de la ofensa, comprende su extrema complejidad y le otorga, por ello, la debida trascendencia. Como afirma en su denuncia, se trata de un “suceso malvado”, de una “persecución contra la fe cristiana”, de un “encarnizamiento en posturas fanáticas y agresivas”, que no tiene más fin que el “lavado de cerebros” de las criaturas a su cargo. Y, por añadidura, luego, “no pidió perdón”.

La señora abogada, digna hija de la Inmaculada, virgen y patrona de la honrada abogacía españolista, ha solicitado al Juez de instrucción que extienda una orden de alejamiento, para evitar que esta moderna émula de Herodes se acerque a los “menores creyentes” y les contagie su amargura. Y ahí, definitivamente, la señora se ha quedado corta, muy corta. Yo, que soy ateo, muy ateo, y que estoy interesado en la claridad de los acontecimientos, exijo, además de la reclusión carcelaria ejemplar y del prudencial alejamiento, la condena a galeras, la excomunión, la hoguera, las orejas de burro, la flagelación pública, los grilletes, la camisa amarilla y la estrictissima y providencial sanción pecuniaria que se merece la infame. Por el bien de la acusada, para salvar su alma, es necesario que la ley actúe con toda firmeza, que el Derecho –canónico- se una al brazo secular en la aplicación sin excusas del artículo 525.

Quizá, de esta manera, las respectivas posturas queden por fin al descubierto. Los aprendices de laicistas, arrepentidos de su cansina tolerancia, mostrándose ya definitiva y firmemente contrarios a las veleidades multiconfesionalistas de unos gobiernos que inclinan su –nuestra- Constitución ante tratados internacionales de segunda, que otorgan bajo mano prebendas y sustitutivos varios a los brockers arzobispales y que siguen permitiendo, por prudencia electoralista, que la Santa y Católica Madre intervenga en la vida de todos.

Los otros, los del belén y el incienso, reclamando abiertamente la santa tierra de España, el catecismo como asignatura esencial e ineludible para la formación científica del alumnado, la asistencia obligatoria a la misa los domingos y fiestas de guardar y el retorno de aquella herramienta fabulosa que fue el Santo Oficio.

Quizá, de esta manera, se ilustre también la clase de Código Penal que está aquí todavía en vigor, cuyas leyes contra la blasfemia constituyen un residuo tan teocrático como anacrónico y con cuya aplicación estricta la magistratura caería, en estos momentos, en un ridículo y una vergüenza equivalentes a la autocensura del Teatro de la Ópera de Berlín, al caso Redeker, a la unidad de España como principio religioso o al secuestro del semanario árabe Nichan por burlarse del “rey” y del “profeta”.

Pongamos el reloj en hora de una puñetera vez. Y dejemos que lo ridículo aparezca sólo como tal, y no cargado además de insensatez y de prepotencia. Ya lo dijo el otro día el delegado episcopal de enseñanza católica: “o estamos con la vela o a guantazo limpio”.

Pues, ¡ea!, vamos a ello. Yo también quiero ser procesado por infringir el maldito 525. Me autoinculpo. Este mismo blog es buena muestra del delito: vejación, desprecio, escarnio y mofa de toda creencia religiosa. Así de claro. ¿Osará algún valiente vividor de la política proponer la necesaria reforma del Código Penal? ¿Me concederá algún católico juez unas vacaciones pagadas? ¿La virgen siguió siendo virgen después del parto? Misterium tremendum. Veamos quién tiene de su parte a la razón…

2 comentarios:

  1. Anónimo5:37 p. m.

    Me autoinculpo de defecar y orinar en presencia y dentro del ente creador de indeterminado sexo, que es supuestamente ubícuo. No puedo resistirme a pecar.
    Debo ser condenado por ello, supongo, a raíz del sacro artículo penal.

    ¡Todas las personas que defequen y orinen deben ir al trullo, por cagarse en la supuesta única divinidad!

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  2. Anónimo12:03 a. m.

    Me apunto, pero para nada del trullo, para mi la hoguera, la hoguera, la hoguera, porque la hoguera tiene algo especial que solo lo tiene la hoguera...

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