Argumentos irrefutables en defensa del creacionismo y de la existencia del Gran Espíritu... 01:10.
28.12.07
A propósito de don Bernardo, el obispo de Tenerife
El obispo tinerfeño no ha hecho sino confirmar la trayectoria integrista y reaccionaria de su santa y apostólica Madre, por lo cual no acabamos de entender la razón por la que varios colectivos LGTB se hayan mostrado sorprendidos por las palabras de don Bernardo. Cualquiera que conozca mínimamente las interioridades doctrinales y la historia criminal de la Secta puede corroborar que el discurso del citado individuo obedece a una estricta y probada fidelidad moral al catolicismo. Nada extraño ni ajeno a éste encontramos en sus declaraciones. Ni cuando afirma que "la homosexualidad perjudica a las personas y a la sociedad" ni cuando expresa su comprensión por los pederastas.
Defendemos, pues, en esta ocasión, el derecho de don Bernardo a transmitir, a la opinión pública, el parecer de la Iglesia en asuntos tan controvertidos, y nos apartamos de cuanta crítica malintencionada haya surgido en determinados medios de prensa. En nuestra opinión, la sinceridad de los obispos es nuestro mejor aliado. Querer transformar a la Iglesia en aquello que no es ni lo ha sido nunca nos parece, cuanto menos, frívolo y detestable. Sea considerando, con la habitual hipocresía del clero, a la sexualidad un vicio, sea justificando el abuso de menores, sea incitando al odio y a la confrontación, sea promoviendo el retroceso de las libertades, el obispo de Tenerife se ha mostrado como un hijo digno y ejemplar de su santísima Corporación, mereciendo por ello todos nuestros elogios.
El silencio cauteloso de sus colegas de la Conferencia Episcopal Española confirma nuestras afirmaciones. Deseamos, para todos ellos, unas felices fiestas y nuestro deseo más sincero de que continúen firmes en la línea ideológica y de acción emprendida. Nuestros fines se cumplirán entonces sin necesidad de mucho esfuerzo añadido.
27.12.07
Frente a la moral religiosa
Javier Fisac & Francisco Miñarro,
Federación Internacional de Ateos (FIdA).
El historiador Julián Casanova se preguntaba, en un artículo titulado “Religión, fundamentalismo y secularización”, publicado recientemente en “El País”, por qué las religiones se mantienen tan vivas a comienzos del siglo XXI, y por qué son cada día más relevantes. Bajo nuestro punto de vista, que surge del substrato del ateísmo y del humanismo absoluto como clave racionalista e interpretativa de la dialéctica social, la advertencia sobre el peligro de los fundamentalismos y los fanatismos religiosos forma parte de nuestra estrategia de comunicación, tal como quedó claro en el I Concilio Ateo celebrado hace unos días en la ciudad de Toledo.
No creímos nunca en la “muerte de Dios” anunciada de manera optimista por algunos intelectuales del pasado siglo, y mucho menos cuando fue utilizada como consigna evangelizadora por parte de ciertos teólogos protestantes. Por el contrario, temimos, junto con el estúpido presagio de Malraux, que el siglo XXI “sería religioso o no sería”. De ahí que la alienación religiosa deba ser sujeto prioritario de nuestro análisis, tanto en sus orígenes como en los posteriores desarrollos prácticos que están dibujando, en cierto modo, el escenario histórico de nuestros días. Sólo a partir de una crítica radical será posible extraer el antídoto que preserve nuestra independencia frente a ella y finalmente la neutralice.
Es cierto que los valores de la religión católica sobreviven en la mentalidad popular, confundidos en el imaginario colectivo con los ritos de paso y de transformación, con el folklore y con las prácticas supersticiosas (devociones marianas, santorales, milagrería…), pero también que el indiferentismo general elude el cumplimiento formal de la liturgia, y por supuesto un compromiso definido con las premisas éticas y con la dogmática que constituye su armadura. Los movimientos y organizaciones religiosas obedecen también a factores y estrategias variables: beneficio económico inmediato, “virtudes teologales” como la obediencia ciega o la ausencia de crítica, y ejercicios de presión y manipulación sobre la opinión pública y las instituciones. Se trata de imponer a la sociedad entera los elementos éticos y categoriales de la tradición religiosa en cuestión, que, en el Catolicismo, como sabemos, se someten al “argumento de la autoridad”.
Toda religión es política. El fundamentalismo religioso, sea cristiano, católico, judío, musulmán o hindú, es una reacción natural del clero, de las clases dominantes y de las burguesías monopolistas, porque saben que la democracia, los derechos individuales y las conquistas del placer, asociadas a la independencia del cuerpo y del pensamiento, ponen en peligro su situación privilegiada. Estas clases y corporaciones clericales retoman hoy el ataque a la autonomía del individuo de los ultranacionalismos de los siglos XIX y XX, especialmente del fascismo y del nazismo, inspirados e impulsados por el antisemitismo católico y por su doctrina social, el corporativismo.
Sin embargo, ninguna religión tiene posibilidad alguna de afirmarse en una comunidad democrática si se enfrenta al placer o lo niega. La moda, el cuerpo, la salud o el bienestar son fenómenos culturales inherentes a la psicología de masas de nuestras sociedades. Para evitar la acción desintegradora que ejercen sobre el pensamiento mágico, el mensaje directo de la fe, en general, interacciona con el fomento de valores idealistas, como la solidaridad, la obediencia a Dios, la humildad o la sumisión del ciudadano a intereses supraindividuales. Y esto es precisamente lo que siempre han hecho los totalitarismos: proponer proyectos supraindividuales, como el interés nacional, la sangre, la raza o la unidad de destino, para integrar en ellos al individuo, y poder así disolverlo. Ninguna religión reconoce a éste como sujeto último de derecho. Para ellas es la familia, el clan, la corporación, lo que constituye el núcleo prioritario y fundamental en el que inocular su mensaje. La autonomía del individuo repulsa a la mentalidad religiosa, que lo quiere sometido, dócil y adiestrado a su ortopraxia. Y la historia del hombre es la historia de su represión, como afirmó Marcuse.
No podemos ignorar que, en una cultura democrática, los elementos de la fe religiosa están en la práctica ausentes de las preocupaciones diarias de la ciudadanía. La deserción litúrgica, la escasez de vocaciones y el proceso de medievalización emprendido por el Papado son factores muy claros en este sentido. En cuanto al Islam, apenas ha variado históricamente su identificación con un molde totalitario, entendiendo por ello la asimilación entre el Estado, la ley, la cultura, la visión teológica y la moral pública y privada. El Islam no puede ser reducido a una simple concepción religiosa. Es un complejo y bárbaro mecanismo de sumisión y de esclavitud social, que tiende a expandirse por todos los resquicios de la vida del creyente. Pero la radicalización de los movimientos religiosos y sus exigencias de presencia pública, en Occidente, se corresponde con el acceso de éstos y/o de sus ramas colaterales a los centros de control y decisión política. Se comprenden así, los fundamentalismos, como afirmaciones teológicas con ansias de totalidad. En todos los casos, ante el síntoma de la pérdida progresiva de su influencia sobre la masa social, se pretenden necesarios como justificaciones de una dogmática codificada y absolutista, de cuya permanencia depende, en realidad, el núcleo más íntimo de sus interpretaciones y el modelo al que aspiran sus reivindicaciones: una moral religiosa sexualmente represiva, asimilada por la población como tradicional, fiable, heredada y proveedora de sentido.
Esta moral represiva aparece como antagonista del placer estético y de las formas de vida hedonistas, que es lo que predomina como práctica y como deseo en las sociedades avanzadas. Por ello, un ejercicio adecuado habría de consistir en dotar a esa práctica no reprimida de morales no represivas, por simple coherencia y por la preservación de la salud mental de la sociedad. De éticas naturalistas, liberadoras, vinculadas a los cuerpos, y no de quimeras artificiales, ontológicas y esencialistas. Modelos establecidas sobre relaciones de complicidad, de igualdad y de autonomía, que frenen el instinto expansivo de la heteronomía y de la coacción religiosa.
Porque no basta con ahondar en la crítica a la religión desde los parámetros de su papel social o de su desarrollo histórico. Hay que descubrir, también, los contenidos que se expresan en las formas religiosas. La crítica al “sacrificio”, por ejemplo, se deriva de que la tendencia a él es un factor fundamental en el mantenimiento de la jerarquía, y la “defensa de la vida y de la familia”, el ariete ideológico más utilizado por el neocatolicismo, implica la consecuencia del prejuicio social de la supremacía del elemento masculino, que sitúa a la mujer como madre en una relación de responsabilidad directa frente a la sociedad. Por otra parte, los conflictos interiores nacen a partir de las presiones originadas en el orden familiar, que en sí mismo es un orden traumático y no liberador.
Pero los conceptos éticos no pueden ser abandonados en manos del enemigo. Plantearse el ateísmo como elemento de transformación social implica, de forma natural, la afirmación de la libertad y de la felicidad, y reducirlo a una negación de un dios o de muchos dioses equivale a aniquilar su función éticamente revolucionaria. El ateísmo, sin duda, es un elemento fundamental en la lucha por la emancipación de los seres humanos. Y el problema de la transformación social ha de ponerse en sintonía con la cuestión de la liberación de los principios autoritarios interiorizados por el individuo. Precisamente por ello, el bienestar individual se apoya en dos pilares principales: la libertad política y la libertad sexual, a las que debe añadirse el progreso económico y científico-técnico, aunque éste pueda darse de forma independiente.
En última instancia, la libertad sexual es la garantía de la libertad política. El ataque de todos los fundamentalismos se dirige contra el placer. Fomentando su moral represora, apuntando a los cuerpos, a la desnudez, a la evidencia humana más directa, debilitan el marco de nuestras libertades. El mecanismo viene de antiguo. Disgregando al individuo como elemento básico de las elecciones existenciales, y sometiéndolo a códigos impositivos patriarcales, se elimina la posibilidad de la rebeldía, de la negación y de la reflexión política. El proyecto religioso consume así la tendencia libertaria de los cuerpos, la felicidad entendida como participación social y como afirmación sexual, reduciéndola a simple función generadora sometida y enmarcada en una estrategia de dominación más amplia. De ahí la estratificación de los sexos y la perversa criminalización de las actitudes e inclinaciones contrarias o ajenas a la norma dictada.
La represión sexual y la manipulación de los cuerpos posiblemente sea la fórmula más inmediata para someter y esclavizar a la población, y se engloba dentro de un mecanismo mucho mayor de control social, que es el idealismo religioso en cualquiera de sus aspectos. Sólo desplegando una interpretación racional de la aspiración humana a la felicidad, y denunciando la artificialización metafísica construida por los vendedores de trascendencias, será posible la recuperación de un marco ético liberador basado en el placer, en la igualdad y en la autonomía del individuo. Un marco ético, por definición, ateo, humanista e irreligioso. O, en otros términos, plenamente realista y empírico, que favorezca la capacidad humana para construir otro mundo. No es otro nuestro proyecto final.
26.12.07
The reason for the season.
The Infidel Guy interviews Acharya S. to discuss what Christmas is really all about. Intro done by "Hydra". 48:50.
20.12.07
Conclusiones del I Concilio Ateo de Toledo
Buenos días.
Juan Francisco González Barón, Presidente de Europa Laica, me solicitó que expusiera ante vosotros las conclusiones obtenidas a raíz del I Concilio Ateo, organizado por la FIdA la semana pasada y que tuvo lugar en la imperial ciudad de Toledo. Lo cierto es que, tras lo que un titular de prensa denominó “el rosario del concilio ateo”, la conclusión más evidente es que todavía, en un país oficialmente laico como el nuestro, la celebración de un encuentro de ateos, llenos de inocencia y de buenas intenciones, puede encontrarse con una multitud de trabas y de problemas procedentes no sólo de la secta católica, sino principalmente de organismos e instituciones públicas que, también oficialmente, se denominan “democráticas”.
Todo comenzó hace unos meses, cuando iniciamos un proceso de negociación con el concejal toledano de Izquierda Unida, Aurelio San Emeterio. Nos prometió la utilización, gratuita, de un centro social con nombre de virgen, situado a diez kilómetros de la ciudad. Contábamos con la posibilidad de ciertas reticencias por parte de don Emiliano, el alcalde socialista que recibió alborozado unos meses antes las reliquias de san Ildefonso. “Dejadlo de mi cuenta” –nos dijo. –“Mejor que no se entere de esto hasta que sea cosa hecha”. Por entonces, preveíamos el Concilio para primeros de noviembre. A menos de un mes, empezamos a notar una suerte de “pánico escénico” por parte de Aurelio. No respondía a los e-mails, y su amable secretaria ensayaba constantes evasivas telefónicas. Tampoco nos proporcionaba los planos técnicos de la sala, ni parecía ser consciente de la inminencia del Concilio. Una llamada me abrió los ojos.
- “Paco, esas fotos de Montoya son muy fuertes, ¿no? Yo no las conocía”.
- “Bueno, ya sabes, ocasionaron las iras del obispo Cañizares y se montó no hace mucho un escándalo político de cierta envergadura. El Partido Popular quiso sacar tajada, aunque finalmente quien la obtuvo, y bien grande, fue la Iglesia católica, con aquel millón y medio de euros que le rapiñó al blandito de Ibarra para promocionar el turismo en el monasterio de Guadalupe. Pero, ¿hay algún problema?”
- “El alcalde se ha enterado por la prensa… Y no está muy contento”.
- “Ya, supongo. ¿Y?”
- “Pues, que como con Bassi ya se produjo en Toledo una situación complicada, y lo de Montoya es inaceptable, pues…”
- “Mira, Aurelio, a estas alturas, el que no dispongamos aún de la confirmación oficial para utilizar el centro social es una putada. Me dijiste hace semanas que había que pagar una pequeña cuota para el seguro de responsabilidad civil, y los compañeros de FIdA en Toledo llevan tres días intentando hacerlo, pero les dicen que el funcionario está de baja, o que no encuentran el papel o el sello. Vamos a concertar una entrevista con el Alcalde, porque el tiempo se nos hecha encima y no quiero cambios de última hora”.
No nos recibió don Emiliano. Daba muchas ruedas de prensa por aquel entonces. Sí lo hizo Ángel Felpeto, concejal de cultura y militante del PSOE, quien se presentó ante nosotros como “católico practicante”, y cuyo argumento primero consistía en el mantenimiento de la “pax toledana”. No iban a admitir la exposición del Sanctorvm, ni la actuación de Leo Bassi. Si queríamos hacer el Concilio ateo, sería bajo esas condiciones. Aurelio estaba presente, de pie, con claros síntomas de incomodidad. Felpeto, en su sillón, se dirigió a él en tercera persona. “Éste ya aprenderá, que todavía es joven”. Le hablamos del derecho a la libre reunión, de la libertad de conciencia, de la Constitución española… “No se trata de derechos –dijo-, sino de evitar complicaciones”. Don Emiliano llamó por la línea interna dos o tres veces, interesándose por la “negociación”. Salimos del despacho realmente preocupados. No habría Concilio. Aurelio nos comentó, minutos después, lo que el Alcalde le había dicho: que “de ninguna de las maneras se iba a celebrar en Toledo una reunión de ateos, y menos en un espacio público. Ni con fotos ni sin fotos”.
Y, naturalmente, se montó un buen “pollo” en la prensa local, cuando al día siguiente contamos a los periodistas el desarrollo de la reunión, calificando al bueno de don Emiliano de “aprendiz de inquisidor” y manteniéndonos firmes en nuestra postura. Celebraríamos el Concilio a pesar de todo, con apoyo municipal o sin él, en Toledo, aunque quizá no en las fechas previstas. Fue un farol en toda regla. No teníamos ni idea de lo que íbamos a hacer. Justo antes, además, nos habían informado de que tampoco el centro social se nos iba a ceder gratis. 39 euros la hora, por 30 horas de utilización, sumaba un buen pellizco para las arcas imperiales.
Quizá lo más interesante de todo esto es que comenzara a movilizarse la ciudadanía. El debate sobre el laicismo salía a la luz del día, y la prensa local anunciaba en portada, con grandes titulares: “No se celebrará el Concilio ateo”. Los populares se frotaban las manos. Aplaudían la decisión del Alcalde, sabiendo que le habíamos colocado en una situación compleja de la que saldrían, posiblemente, beneficiados. Cañizares, el obispo primado, defendió incluso ante la Agencia Europa Press el derecho de los ateos a pensar lo que les viniera en gana, mostrándose respetuoso con la libertad de conciencia y delegando en don Emiliano la responsabilidad del veto. Montamos entonces una pequeña campaña de acoso, enviando cartas de protesta y destapando las virtudes democráticas de la izquierda toledana. Esta situación de polémica, vivida intensamente en la calle, propició que diversos colectivos sociales convocaran una rueda de prensa, haciendo público en ella un “Manifiesto por la libertad de expresión”. Dirigentes de sindicatos y de asociaciones laicistas, el Consejo de la Juventud, colectivos GLTB, asociaciones vecinales y ciudadanos independientes instaron al Ayuntamiento a rectificar su postura. Comisiones Obreras, por boca de su Secretario General en Toledo, ofreció a la FIdA la utilización de sus locales para el Concilio, y a la vez, de forma casi providencial, encontramos a un amigo y un aliado en el escultor Fernando Barredo, “Loc”, director del Círculo de Arte. Públicamente invitó a la FIdA a usar la sede del mismo, una antigua iglesia mudéjar, la de san Vicente, situada en pleno centro de la ciudad, en el casco, y a escasos metros del Obispado. Conectada en el pasado con la Casa de la Inquisición, el espacio ofrecía las condiciones idóneas para nuestro blasfemo Concilio. Y aceptamos el envite, aunque obligados a un cambio de fechas. Esta vez parecía definitivo. El Concilio ateo se desarrollaría en Toledo, en una iglesia desacralizada de titularidad municipal, del 7 al 9 de diciembre, en pleno puente de la Inmaculada Concepción. Más herético, imposible…
Pero las presiones se multiplicaron sobre los socios y la Junta Directiva del Círculo de Arte, y la prensa católica lanzaba sus dardos. Había intereses muy claros para evitar el Concilio. En la sede de la Conferencia Episcopal empezaban a preocuparse. Imagino a Rouco Varela al habla con Cañizares:
- “Antonio, ¿pero cómo se te han colado los ateos de esa manera en tu casa?”
- “Ay, Antonio María, no sé qué ha pasado, en serio. Emiliano me dijo que esto se solucionaba en un plis-plas. Y ya ves…”.
- “Pues como se entere el jefe se va a cabrear mucho, ya verás”.
Fue convocada una Asamblea en el Círculo. Se preveía la destitución de Loc como Presidente, a no ser que se consiguiera el apoyo de varios dubitativos, no pocos de ellos tan católicos como el grupo municipal socialista. Debíamos transmitir a la Asamblea nuestro compromiso de evitar provocaciones. A las 22 horas recibí una llamada de Loc. La cosa estaba complicada. Me habló de estrategias, del ojo de Polifemo y del talón de Aquiles. De atacar con inteligencia donde más les doliera. Si prescindíamos del Sanctorvm, la votación estaba ganada. No tendrían argumento alguno. Defenderíamos el carácter estrictamente cultural y académico del evento. Hablé con Montoya y le dejé a él la decisión. Se mostró solidario con Loc, no tenía interés alguno en ser crucificado de nuevo. Llamé a Bassi. Le pregunté si en el espectáculo había elementos ofensivos. Me respondió con absoluta claridad: “La Revelación es un alegato por el laicismo y por el ateísmo, que se ha representado multitud de veces en institutos y espacios públicos”. La campaña de desprestigio provenía de la prensa católica, como siempre tan fiel a la verdad. Le envié un SMS a Loc, pasadas las 23:30 horas. La Asamblea finalmente aprobó, por un estrecho margen de votos, que el Concilio se celebrara en tan santo lugar.
Una observación procedente. A un organismo público, como el consistorio de Toledo, puede exigírsele, por derecho, que respete las libertades y derechos que la Constitución española ampara. Aunque limitada, tímida y producto de un consenso tramposo, es el marco legal en el que actualmente podemos convivir. A una asociación privada, sin embargo, no cabe exigirle más que aquello a lo que esté dispuesta a consentir, de acuerdo con su funcionamiento interno, con sus objetivos y con su programa de actuaciones. Sirva esto como argumento concluyente frente a algunas críticas recibidas.
Superada, o casi, la polémica política, reaparecieron los escribientes beatos con acusaciones delirantes. Un artículo aparecido en el diario ABC y titulado “Cementerio y aula de ateísmo” pretendió que la opinión pública se alzara en nuestra contra. Quiso incluso resucitar a los ilustres muertos que reposan sus polvos en el subterráneo del Círculo. “Si yo fuera toledano –afirmaba ese integrista metido a historiador local- no permitiría que sobre las tumbas de mis antepasados se hablara de cosas contrarias a la fe”. Buen golpe. Aunque es de suponer que tanto excelentísimo cadáver ya debe tener los oídos carcomidos y bastante acostumbrados al jaleo, puesto que el Círculo de Arte de Toledo funciona como discoteca y sala de actuaciones musicales de jueves a sábado. Pero, ah… eso de negar al sumo hacedor del Catolicismo y a su hijo único, parido de una virgen preñada por un pájaro, les debe resultar excesivamente ruidoso.
Se produjo entonces una especie de pacto de silencio. Mejor que no se hablara mucho del Concilio en la prensa, porque se habían tocado algunas delicadas fibras políticas, y el Sr. Bono acababa de presentar su candidatura como cabeza de lista por el PSOE en Toledo. Hicimos público nuestro “Manifiesto por la Excomunión”, para caldear un poco los ánimos, y tuvimos conocimiento además de que un grupo ultra, bastante folklórico, la santanderina y esotérica “Unión en Defensa de la Familia” (véase en el Google, porque no tienen desperdicio), pretendía manifestarse el sábado 8 de diciembre a las puertas de nuestro Concilio. La delegación de Gobierno no se lo autorizó. Personal de la agencia EFE nos informó, en la soleada mañana del sábado 8, que, puestos en contacto con los tradicionalistas, éstos les confirmaron haber desistido de su intención, pero insistían en su ladrido. Lo que según ellos estábamos haciendo en Toledo era una pura blasfemia que atentaba contra el artículo 525 del Código Penal, y constituía un atentado contra la libertad religiosa, por lo que amenazaron con emprender acciones legales contra la FIdA. “Esperamos –dije- con las manos abiertas todas las denuncias que provengan de ese grupo de subnormales”. La prensa fue amable y cautelosa, no obstante, y omitió mis palabras. Aquí y ahora no tenemos necesidad de ello.
Sin embargo, no faltarían costumbrismos, igualmente góticos y atractivos. El Concilio abrió sus puertas el 7 de diciembre. Nunca antes el movimiento ateo en España se había mostrado tan irreverente y osado. La asociación “Deo Gratias” convocó a una misa en desagravio para el día siguiente. El dato aún no había sido confirmado. Según un comunicado hecho público en internet por los paladines neocatólicos que la pretendían en la iglesia de santo Tomé, la más rica de España y en la que se expone el conocido entierro del Theotokopoulos, fueron “cientos de toledanos” los que acudieron al santísimo acto de desagravio. El obispado de Toledo negó la información. No pudimos acudir a grabarlo en vídeo. Lástima, hubiera sido un éxito en el Youtube. Un centenar de impíos, reunidos en una iglesia, hablando de libertad de conciencia, de laicismo y de activismo ateo. Todo un pecaminoso espectáculo, al parecer. Por precaución, el sacrificio de infantes y la violación ritual de vírgenes se realizó en la tercera planta del hotel en que nos alojábamos. Evitamos así la mala imagen pública que nos hubiera ocasionado el hacerlo sobre tanto ilustre cadáver.
Finalmente, ¿qué se hizo en la vieja iglesia-discoteca, que tanto había alarmado a alcaldes socialistas, a concejales progresistas, a obispos papables, a la prensa y a la opinión pública? Debatir. Fueron tres días de un experimento social pionero, en el que un grupo de intelectuales, de artistas, de científicos, de activistas, de filósofos y de historiadores se dedicaron a algo tan simple como tratar de la amenaza que suponen los fundamentalismos, y de su afán por intervenir en el espacio común, en la cultura, en la vida política. Tres días en los cuales se abordó la idea del ateísmo como alternativa racional frente a la superstición religiosa, desde el terreno del pensamiento y de la realidad, buscando soluciones prácticas basadas en la educación científica y laica, en la exigencia de nuestros derechos, en el empleo de nuevos medios y herramientas de comunicación, siempre del lado de la defensa de la libertad de conciencia, de creación y de reunión. A la vez, fueron tres días de contactos, de interacción, de establecimiento de lazos y relaciones. Y quizá haya sido esto, precisamente, lo más atractivo y hermoso del I Concilio Ateo. Porque, ante el fundamentalismo y la radicalidad de la religión y del pensamiento supersticioso, de su empleo del poder, de su ansia de control, unos cuantos descreídos habíamos logrado vencerlos, obstáculo tras obstáculo, con el simple argumento de la racionalidad y con las meras armas de nuestra voluntad y de nuestro compromiso.
Gracias a todos por vuestra atención y por vuestro apoyo.
Apertura de la III Jornada del I Concilio Ateo
Coordinador de la Federación Internacional de Ateos (FIdA)
Toledo, 09.12.07
Cada vez con mayor frecuencia, la libertad de crítica y de expresión sufre los ataques fundamentalistas de quienes, habiendo renunciado voluntariamente a la razón, elevan la exigencia del respeto a sus convicciones por encima de aquellas. Esta situación apenas hubiera sido previsible hace unos años. La venenosa zarpa de la Iglesia católica, el largo brazo de la ramera de Roma, alcanza ahora el nivel de las decisiones políticas y del espacio público, y contribuye, como podemos ver, a adentrar a la cultura en el callejón sin salida de la domesticación y la vigilancia.
Pero no sólo intentan silenciar nuestros derechos. Pretenden además catalogarlos como delitos, arguyendo límites cuyo origen teológico basta para demostrar su falsedad. Porque las doctrinas, los mitos y los dogmas no pueden ser sujetos jurisdiccionales, y, por ello, apenas merecen más consideración que las pseudociencias, que la alquimia, la astrología o la magia.
La censura impuesta a Leo Bassi en multitud de ayuntamientos españoles, o el escándalo mediático y el acoso profesional sufrido por el fotógrafo JAM Montoya, son ejemplos del terrorismo cultural propiciado por el clero más siniestro y por los adiestrados fieles que manejan la administración pública y los diversos centros de poder. Y no se trata de ejemplos aislados. Durante el último año se han repetido decenas de situaciones más o menos similares, producto de una estrategia integrista que pretende reducir la cultura a un cuestionable objeto de mercado, y que confunde la desnudez con la pornografía, o la libertad de conciencia y de expresión con la “blasfemia”.
Los asesinos de la razón están ahí, en forma de obispos indignados, de abogados ultras, de fanáticos religiosos, de inquisidores agradecidos, de legionarios de la represión y de traidores de la democracia. Frente a ellos, en pie, nos encontramos hoy nosotros, los miembros de la Federación Internacional de Ateos, dispuestos a abordar un proyecto ético y cultural renovador.
No claudicaremos. El sufrimiento y la sangre de millones de herejes, disidentes y librepensadores a lo largo de la historia no fue en vano. Los verdugos de siempre temen que, de nuevo, su voz adquiera actualidad. Lo dijimos antes y lo decimos ahora:
NUESTRA LIBERTAD ES INNEGOCIABLE.
Muchas gracias.
Documento de apertura del I Concilio Ateo
Coordinador de la Federación Internacional de Ateos (FIdA).
Círculo de Arte de Toledo, 07.12.07
¿Por qué un “Concilio”? ¿Y por qué en Toledo?
Intentaré dar una respuesta definitiva a estas dos cuestiones que, desde hace semanas, se nos han planteado de forma persistente.
Un Concilio es un encuentro, pero un encuentro que se pretende capaz de hallar respuestas, de llegar a conclusiones. En la perspectiva de una estrategia que busca recuperar el sentido de la existencia humana mediante presupuestos ajenos al condicionamiento religioso, el abordaje semántico es una herramienta imprescindible, puesto que el lenguaje, en sí mismo, es quizá la herencia más democrática y más liberadora de cuantas se nos han transmitido.
El filósofo Feuerbach encontró la esencia de la religión en la proyección abusiva de los significados de la naturaleza humana, transferidos a ficciones teológicas que despojaban a ésta, finalmente, de contenidos. Este robo gnoseológico se relaciona directamente con una estratagema, la de la apropiación indebida de las palabras. Un ejercicio practicado hasta la saciedad por los especialistas de la religión.
No es término, el de Concilio, que pertenezca exclusivamente a la tradición católica. En realidad, ningún término le es propio de manera privativa. Su depósito de creencias es un heterogéneo conjunto de adquisiciones, préstamos e interpretaciones que habrá de serle despojado algún día. Al liberar a ciertos elementos lingüísticos de su encierro teológico, ejercemos nuestro derecho a la justicia y a la compensación.
Queremos hablar de fundamentalismo. Somos ateos, y creo que por eso amamos tanto la naturaleza, la vida y el conocimiento. Por eso, también, nos preocupa el rumbo que puede adoptar la historia, el proceso involutivo que parece darse en gran parte de las sociedades.
Las situaciones conflictivas, las interacciones entre el espacio público y la fe religiosa, la ambición desmedida de sus portavoces, su intolerante intromisión en los asuntos del Estado, se han convertido en un lugar común normalizado, cotidiano, al que la escasa cultura democrática de la ciudadanía no encuentra medios de oposición. El proyecto laicista incluso es considerado por la mayoría como algo secundario, prescindible dentro de un ámbito de convivencia excesivamente inclinado a evitar riesgos y confrontaciones. Como un fluir hacia un nuevo Medievo, las exigencias expansivas de la fe, en especial las del monoteísmo absoluto del Islam y las de las distintas versiones del neocristianismo evangélico, del catolicismo romano y de la ortodoxia oriental, van minando paulatinamente el campo de nuestras libertades. Nos adentran en su ritmo y en su territorio, con la intención de hacerlos omnipresentes y de convertirlos en valores dominantes.
Simbólicamente, el impulso de re-evangelización, de re-catolización de la sociedad, representa una versión compleja del viejo mito del rapto de Europa. A los credos históricos se une, además, una pléyade de nuevas formas de religiosidad, la mayoría de las cuales se limita a ejercer técnicas de control y de distorsión mental aprendidas de sus hermanas mayores.
Toledo, esta ciudad maravillosa que nos acoge, también parece sufrir un rapto, cuando oímos de boca de algunos de sus representantes políticos, de los tramposos desinformadores de cierta prensa y del clero parásito que les alimenta, el mensaje unívoco de su “catolicidad”. Nunca, en una democracia básica, puede un territorio identificarse con un discurso teológico concreto. Durante mucho tiempo fue así, de igual modo que España entera se confundió con el nacional-catolicismo durante la dictadura franquista, o que en Irán se declaraba el “Estado islámico” tras la revolución chiíta. Pero habitamos ahora en una democracia. Imperfecta, desigual, limitada. Mas, con todo, democracia.
Los fundamentalismos son eso, precisamente: afirmaciones teológicas con pretensiones políticas. Recordando a Azaña, pienso que Toledo ya no es católica. Por mucho que se empeñen los cardenales, se entreabrió ya la puerta hacia un espacio plural, en el que el derecho a la libertad de creer o no creer, o de creer en esto y no en aquello otro, debe ser respetado como norma fundamental de convivencia. ¿Que era más difícil celebrar aquí un Concilio Ateo? Sí, sin duda. Y precisamente por ello el desafío planteado adquiere un valor añadido.
Pero la ofensiva de la evangelización, dotada recientemente por Ratzinger de un “panzer” en forma de encíclica contra el ateísmo, no admite sutilezas. La fe es invasora, no quiere límites a su expansividad. Precisamente por ello abordamos el proyecto de una red, de una plataforma atea que busque neutralizar el poder de la religión.
Nuestras acciones, declaraciones e iniciativas habrán de ser continuas, incidiendo siempre en una serie de elementos clave: la vinculación de la Iglesia y de los integrismos religiosos con el totalitarismo, la peligrosidad de su moral con respecto a las libertades y derechos individuales, su desmedida afición a la rapiña y la denuncia de su historia criminal.
Nuestra intención no es otra que la de impulsar una renovación ética e ideológica a partir de la actualización de los principios y contenidos de la Ilustración: la razón, las libertades, la autonomía del individuo, el hedonismo, la solidaridad y la justicia. Y, por lo tanto, la trayectoria a seguir será siempre la afirmación del ser humano, del cuerpo, de la búsqueda del placer, entendido como la aceptación plena y libre de la existencia, como el único fin en la vida y como el solo escenario posible para la expansión y la práctica de virtudes éticas y de políticas responsables. Con ello nos enfrentamos directamente a los valores clericales de la obediencia, el castigo, el sacrificio y el dolor. Tocamos así su punto más débil: la evidencia de su eterna manipulación de los cuerpos y de las conciencias mediante técnicas psicológicas de control.
Y la manera de ejercer esta renovación cultural será, además, por medio de un proyecto imaginativo, que promueva la participación, el debate y el análisis. Contando con la complicidad de intelectuales, políticos, artistas y ciudadanos conscientes. Demostrando no sólo una completa coherencia en la línea adoptada, sino un serio compromiso y un claro nivel de exigencia. Desarrollando nuevos lenguajes y formas de comunicación. Aclarando finalmente a los conservadores de derecha e izquierda por qué el ateísmo es un factor imprescindible para abordar una necesaria transformación social.
Iniciamos un movimiento nuevo. Que no nos satisfaga la adaptación mimética a las viejas estructuras funcionales. Promovamos la creación poética y la razón científica, el juego social, el empleo de nuevas técnicas y de nuevos modelos y el uso de las herramientas adecuadas a la guerrilla cultural en que nos hemos constituido.
Seamos claros y contundentes, ya que por fin podemos decir en voz alta aquello que pensamos. Aquí y ahora.
Bienvenidos al Primer Concilio Ateo.
18.12.07
La falacia del Jesús histórico
El cristianismo, junto con todos los restantes sistemas de creencias teístas, es un fraude. Apoya la ciega sumisión a la autoridad, reduce la responsabilidad humana al hecho de que "Dios" lo controla todo, y de hecho se puede justificar toda clase de crímenes en nombre de la "Verdad" divina. La religión es esclavitud. Y, lo más importante, hace más poderosos a los que conocen la verdad, pero usan el mito para manipular y controlar a las sociedades. El mito religioso es el mecanismo más poderoso que jamás haya sido creado, y sirve como terreno psicológico donde otros mitos de control social pueden prosperar. 04:33.
2.12.07
Exigiendo nuestra excomunión en Valencia
29.11.07
16:30 h.
El compañero Miguel y yo nos plantamos ante la puerta del Arzobispado. Hay dos vehículos oficiales aparcados, y una furgoneta de Barrachina (cattering a domicilio, bastante casposo). Siete u ocho curiales muy sonrientes, con el pelo cano, animan el escenario. Una lechera de la policía nacional permanece estacionada a pocos metros. Nos sentamos bajo la estatua de un arzobispo de extraña y sospechosa postura, que da la espalda a una plazoleta arbolada.
16:40 h.
Un fotógrafo deambula frente a nosotros, con signos de aburrimiento. Es evidente que espera algún tipo de espectáculo. Se aproxima a la estatua clerical y se presenta. Es del diario Levante, y nos pregunta por lo del Manifiesto. Le estrechamos la mano. Y cruzamos algunas palabras sobre las dificultades de los apóstatas y contra la mafia clerical y el puñetero concordato franquista.
16:45 h.
Los clergymen de la puerta se han deslizado hacia el interior del edificio. Las puertas están generosamente abiertas. Agarro un manifiesto y compruebo que llevo el rollo de celo invisible en el bolsillo del abrigo. Allá voy. Tres pasos dentro del vestíbulo accionan de inmediato el resorte de una suerte de bedel trajeado y con cara de pocos amigos. Muy, muy colorada, por cierto. Una ostensible joroba realza la elegancia del portero, que no alcanza los setenta años ni el metro y medio de estatura.
-"¿Dónde van ustedes?"
-"Buenas tardes. Quisiéramos colgar este panfleto en la pared. Va dirigido al señor cardenal. Hace unos días le enviamos un escrito, del cual queremos nos dé una respuesta".
-"Ah, no, de eso nada. Aquí está prohibido poner carteles. Cuélguenlo ahí fuera, en la calle".
-"Muy bien, pues muchas gracias. Ahora mismo lo fijamos en la fachada de ladrillo".
Mientras adhiero el A3 en la pared exterior, oigo a mis espaldas un portazo. El catolicísimo empleado ha cerrado ambas hojas, temiendo algún asomo de violencia callejera, pero no transcurren ni dos segundos para que una de ellas se entreabra y deje ver el atento ojo del polifemo. Otro portazo al girarme. Aprovecho el momento para fijar un segundo manifiesto en esas puertas de madera tan noble, pero tras cortar dos o tres tiras de scott surge de las tinieblas el hijo de Poseidón y, en un arrebato de furia, agarra el papel, lo arruga con muy mala leche y lo tira al suelo. Otro portazo. El fotógrafo hace su trabajo, y el compañero Miguel graba la escena en vídeo. Mientras tanto, la veintena de manifiestos que descansaba bajo el arzobispo de piedra va menguando. Paseantes desocupados y señoras con perrito han descubierto su presencia y los secuestran como atractiva propaganda de rebajas. Al menos, cuando nos damos cuenta, todavía quedan cuatro.
17:00 h.
Nos dirigimos hacia la catedral. Aparece una compañera de las que tampoco creen en dioses, y se lamenta de haber llegado tarde. Vale, tampoco habíamos convocado una manifestación, ¿no?
Las puertas están cerradas, y unos cuantos municipales vigilan las esquinas, pateando la estrecha calle del Micalet de un lado para otro. También hay gente de paseo, no poca. Y dos o tres punkis mirando el cielo. Docenas de palomas ejecutan ritos nupciales. Me aproximo con otro cartelito a la restaurada Puerta de los Apóstoles. Los relieves y las cabezas de clavos no permiten fijación alguna, pero el dintel presenta una superficie adecuada. Ahí lo pego. Dos golpecitos a mi espalda. Cuatro policías con gafas de espejo.
-"Buenas tardes, caballero. ¿Qué está Vd. haciendo?"
-"Buenas tardes, señores. Como pueden ver, colgando aquí un cartel para que el obispo se dé por enterado de nuestra exigencia de excomunión".
-"Pero, hombre, eso no puede ponerse ahí, toda esta fachada es un monumento protegido. Quite eso inmediatamente".
-"Ande, no sea usted así, que un simple celo que no va a afectar a los sillares".
-"Sea lo que sea, aquí está prohibido fijar carteles. Llévese el papel ese y no se busque problemas".
-"Vale, vale. Y, ¿ahí enfrente lo puedo colocar?"
-"Mire, toda la plaza está protegida. Mejor será que se olvide y no busque complicaciones".
-"Buenas tardes, entonces".
Y, con sumo cuidado, retiro el manifiesto herético de bajo los pies de Santiago el Menor y lo enrollo. La compañera atea ha desaparecido bajo tierra. No volvemos a verla.
17:05 h.
A escasos metros está la basílica de la "Virgen de los desamparados", conocida como “la geperudeta”. Algunos todavía recordarán al viejo Alois, cuando el año pasado se encomendó a ella con perfecto acento de alemán de Baviera: “la-che-pe-rhu-dee-ta”. Los palomos prosiguen imperturbables su acoso sexual. Me adentro en el edificio barroco y veo un tablón de anuncios, con el horario de las misas, propaganda variada de la moderna “autofinanciación” de la santa Madre y algunas súplicas de solidaridad para con los negritos hambrientos del África misteriosa. Coloco el mismo manifiesto, que ya tenía los pedacitos de celo adheridos. Salgo fuera. Entran fieles. Miran el papel, sin notar nada extraño. En rojos caracteres latinos se lee: "Actus formalis defectionis ab Ecclesia catholica". El logo de FIdA preside la parte superior. Ni caso, el vulgo entiende poco de latines. Aguardamos alguna reacción, pero el espíritu santo parece ocultar esta evidente blasfemia a las miradas pías de sus adictos. Nos vamos. También el fotógrafo, deseándonos suerte. Se lleva su panfleto, ya que, según nos dice, los periodistas son demasiado vagos como para bajárselo de internet. Es el momento de acudir a las oficinas anexas del obispado, para que nos sellen el escrito dirigido al flamante cardenal García-Gascó.
17:15 h.
Atravesamos de nuevo los dominios de Polifemo. Esta vez hay dos policías esperándonos. Les han llamado por teléfono, asegurándoles que tres individuos andaban buscando gresca y que han tratado de pegar un cartel en el sacrosanto palacio del obispo. Les explicamos, con una sonrisa, que nuestra intención era esa, sí, pero que tras la advertencia del hombrecito acatamos su consejo de colgar en la fachada el papelote, sin más. Naturalmente, del Actus Formalis no quedaba rastro alguno. Nos piden la documentación. Preguntamos si acaso se nos ha denunciado.
-"No, no, tan sólo nos han avisado de que había un problema".
-"Bueno, tanto como un problema... Estamos realizando una acción de protesta, sí, pero dado que vivimos en un Estado laico, nos parece sumamente inocente el colocar un papel en la fachada de la residencia arzobispal. Tan sólo deseamos una simple respuesta de la Iglesia, ya que les dirigimos días atrás este mismo escrito y aún no nos han contestado. Vamos a realizar esta misma iniciativa en varias ciudades".
-"Sí, claro, tiene usted razón, estamos en un Estado laico, pero tengan en cuenta que meterse aquí con un documento que va contra ellos, pues... vamos, que todo tiene sus límites, ¿no?"
-"Por supuesto. Sin embargo, no hemos pretendido abusar de nadie. Se nos aconsejó que colgáramos el escrito en la fachada, que dentro no se podía, lo cual hicimos sin apenas rechistar ni oponer quejas".
-"Saquen sus carnés de identidad, por favor".
-"Sí señor. Aquí los tiene".
Apuntan cuidadosamente nuestros datos en su libretilla. Nos confirman que, en caso de que se presentara una denuncia, se pondrían en contacto con nosotros. Le digo que yo vivo en el campo y que ningún cartero ha acercado jamás la nariz por la esquina de mi casa. Les da lo mismo. Nos preguntan por el tercer individuo.
-"Ah, era un periodista, pero ya se fue".
Nos despiden amablemente. Avanzamos hacia la oficina del registro, a dos manzanas de allí.
17:30 h.
Las puertas están abiertas esta vez. Hay un empleado de pie, con gafas y un jersey a rayas de colores. A su derecha, una ventanilla. Junto a ella, dos puertas de cristal. Detrás, un caballete bien grande con anuncios y fotografías y estampas de santos.
-"Está cerrado", nos dice.
-"Vaya, pues queríamos entregar esta carta para el obispo".
-"Es que aquí solo abrimos al público por las mañanas, de diez y media a una".
-"Coño, qué horario más chulo. ¿Podemos darte a ti el sobre y se lo entregas mañana a la Secretaria del Secretario del Obispo?".
-"Mira, yo puedo hacerlo, pero no te aseguro que le llegue".
-"No importa. Dile por favor que queremos una respuesta".
-"A ver si me van a despedir..."
-"Hombre, tampoco será para tanto. Queremos que nos excomulguen, y eso es gratis".
-"No, si yo lo que quiero es que me despidan. Para la mierda que me pagan..."
-"Oye, ¿puedo poner este Actus Formalis en aquel tablón?" (señalo hacia adentro).
-"Yo no he visto nada, ¿eh?"
-"De acuerdo, yo paso, lo clavo ahí con cuatro chinchetas y nos vamos".
-"Bueno, pero va a durar poco ahí".
-"Ya, es igual".
Casi le damos un abrazo. Le deseamos suerte, nos hace un gesto muy romano, con el pulgar hacia arriba, y emprendemos camino hacia el barrio del Carmen. Dos cafés para comprobar las tomas grabadas. Dos más, para reír un rato. Todo bien, mañana o pasado las colgaremos del Youtube.
18:15 h.
Qué sencillo ha sido todo. El alto clero no se habrá enterado, pero el doméstico Polifemo quizá no duerma del todo tranquilo esta noche. La herejía se ha desencadenado ya. La oscuridad cubre las aceras. Los palomos defecan en la plaza, posiblemente tras haber consumado actos impuros. Casi todo es sexo salvaje en esta ciudad, ahora tan cardenalicia, sin embargo. Incluso parece olerse a esa hora la Formalis Defectionis que reivindicamos. El viernes enviaremos a Ratzinger una versión en alemán. Puede que, así, nos condenen pronto a la hoguera.
1.12.07
The God who wasn't there
The trailer of "The God Who Wasn't There", a documentary written and directed by Brian Flemming which questions the existence of Jesus and examines evidence that supports the theory that the historical Jesus did not exist. Portrayed as a "guide through the bizarre world of Christianity", The God Who Wasn't There has generated significant controversy. According to the film's official website (http://www.thegodmovie.com/), the aim of the documentary is to hold "modern Christianity up to a merciless spotlight."