Francisco Miñarro,
Coordinador de la Federación Internacional de Ateos (FIdA)
Toledo, 09.12.07
Cada vez con mayor frecuencia, la libertad de crítica y de expresión sufre los ataques fundamentalistas de quienes, habiendo renunciado voluntariamente a la razón, elevan la exigencia del respeto a sus convicciones por encima de aquellas. Esta situación apenas hubiera sido previsible hace unos años. La venenosa zarpa de la Iglesia católica, el largo brazo de la ramera de Roma, alcanza ahora el nivel de las decisiones políticas y del espacio público, y contribuye, como podemos ver, a adentrar a la cultura en el callejón sin salida de la domesticación y la vigilancia.
Pero no sólo intentan silenciar nuestros derechos. Pretenden además catalogarlos como delitos, arguyendo límites cuyo origen teológico basta para demostrar su falsedad. Porque las doctrinas, los mitos y los dogmas no pueden ser sujetos jurisdiccionales, y, por ello, apenas merecen más consideración que las pseudociencias, que la alquimia, la astrología o la magia.
La censura impuesta a Leo Bassi en multitud de ayuntamientos españoles, o el escándalo mediático y el acoso profesional sufrido por el fotógrafo JAM Montoya, son ejemplos del terrorismo cultural propiciado por el clero más siniestro y por los adiestrados fieles que manejan la administración pública y los diversos centros de poder. Y no se trata de ejemplos aislados. Durante el último año se han repetido decenas de situaciones más o menos similares, producto de una estrategia integrista que pretende reducir la cultura a un cuestionable objeto de mercado, y que confunde la desnudez con la pornografía, o la libertad de conciencia y de expresión con la “blasfemia”.
Los asesinos de la razón están ahí, en forma de obispos indignados, de abogados ultras, de fanáticos religiosos, de inquisidores agradecidos, de legionarios de la represión y de traidores de la democracia. Frente a ellos, en pie, nos encontramos hoy nosotros, los miembros de la Federación Internacional de Ateos, dispuestos a abordar un proyecto ético y cultural renovador.
No claudicaremos. El sufrimiento y la sangre de millones de herejes, disidentes y librepensadores a lo largo de la historia no fue en vano. Los verdugos de siempre temen que, de nuevo, su voz adquiera actualidad. Lo dijimos antes y lo decimos ahora:
NUESTRA LIBERTAD ES INNEGOCIABLE.
Muchas gracias.
Coordinador de la Federación Internacional de Ateos (FIdA)
Toledo, 09.12.07
Cada vez con mayor frecuencia, la libertad de crítica y de expresión sufre los ataques fundamentalistas de quienes, habiendo renunciado voluntariamente a la razón, elevan la exigencia del respeto a sus convicciones por encima de aquellas. Esta situación apenas hubiera sido previsible hace unos años. La venenosa zarpa de la Iglesia católica, el largo brazo de la ramera de Roma, alcanza ahora el nivel de las decisiones políticas y del espacio público, y contribuye, como podemos ver, a adentrar a la cultura en el callejón sin salida de la domesticación y la vigilancia.
Pero no sólo intentan silenciar nuestros derechos. Pretenden además catalogarlos como delitos, arguyendo límites cuyo origen teológico basta para demostrar su falsedad. Porque las doctrinas, los mitos y los dogmas no pueden ser sujetos jurisdiccionales, y, por ello, apenas merecen más consideración que las pseudociencias, que la alquimia, la astrología o la magia.
La censura impuesta a Leo Bassi en multitud de ayuntamientos españoles, o el escándalo mediático y el acoso profesional sufrido por el fotógrafo JAM Montoya, son ejemplos del terrorismo cultural propiciado por el clero más siniestro y por los adiestrados fieles que manejan la administración pública y los diversos centros de poder. Y no se trata de ejemplos aislados. Durante el último año se han repetido decenas de situaciones más o menos similares, producto de una estrategia integrista que pretende reducir la cultura a un cuestionable objeto de mercado, y que confunde la desnudez con la pornografía, o la libertad de conciencia y de expresión con la “blasfemia”.
Los asesinos de la razón están ahí, en forma de obispos indignados, de abogados ultras, de fanáticos religiosos, de inquisidores agradecidos, de legionarios de la represión y de traidores de la democracia. Frente a ellos, en pie, nos encontramos hoy nosotros, los miembros de la Federación Internacional de Ateos, dispuestos a abordar un proyecto ético y cultural renovador.
No claudicaremos. El sufrimiento y la sangre de millones de herejes, disidentes y librepensadores a lo largo de la historia no fue en vano. Los verdugos de siempre temen que, de nuevo, su voz adquiera actualidad. Lo dijimos antes y lo decimos ahora:
NUESTRA LIBERTAD ES INNEGOCIABLE.
Muchas gracias.
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