El Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas aprobó el pasado viernes una resolución propuesta por países islámicos para exigir la prohibición mundial de la difamación pública sobre las creencias religiosas. Ésta, como ha afirmado la ONG Human Rights Watch, puede poner seriamente en peligro el derecho a la libertad de expresión, al ubicarla bajo la losa de los conceptos morales y doctrinales y del “respeto” a las religiones. Un triunfo no sólo de los hijos de Mahoma, sino de todas las estructuras teocráticas que representan un desafío constante al laicismo y a las libertades individuales. El error de base: la consideración de las comunidades y de los colectivos como sujetos de derecho. Las consecuencias: un recrudecimiento de las ofensivas oscurantistas contra la blasfemia y una legitimación para las aspiraciones católicas en sus intentos por manipular y someter a la ciudadanía.
Nada más oportuno para que se afiance la deriva conservadora de la Iglesia Católica, concretada estos días en la declaración de las Conferencias Episcopales de la Comunidad Europea (COMECE) y en las varias declaraciones de inquisidores, obispos y prelados advirtiendo contra la traidora Europa, embistiendo a los defensores del derecho al aborto en México o planeando el robo de la Universidad Católica de Perú. “El infierno es eterno”, ha dicho el peligroso talibán Benedicto XVI.
El filósofo Paolo Flores d’Arcais ha definido a esta situación de cruzada oscurantista, enfrentada de forma visceral a la modernidad y a la democracia. El hombre es libre, afirma, precisamente por no estar ya obligado a obedecer normas que le vienen impuestas desde el exterior. La premisa de la modernidad es la autonomía; su promesa es la soberanía del autogobierno. Para la pasión totalitaria de los ideólogos de la religión, el cuerpo político es concebido como una especie de protoplasma social que carece de forma hasta que se le adjudica un orden moral. Lo cual equivale a la pura aniquilación de la libertad de conciencia y al sometimiento de todos a su particular manera de ignorar la realidad.
No lo permitamos…
4.4.07
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