La identidad religiosa parece hoy envolverlo todo. Desde los born again del cinturón bíblico norteamericano hasta la creciente conciencia de vitalidad política en la Rusia ortodoxa de Putin, pasando por esa nueva evangelización iniciada en el Vaticano y por las arengas revolucionarias de Ali Jamenei, los diversos ayatolás comunitaristas claman por su “derecho” a la autoridad y por la exigencia de sacrificio y obediencia en nombre de sus Espíritus tutelares. Sus universos respectivos apenas se diferencian en lo esencial: control, sumisión, censura, megalomanía, injerencia en la política y negación de la ciencia y de la autonomía individual. Al parecer, como temió Gilles Kepel hace una década, el “retorno de lo religioso” ha impregnado la geopolítica mundial, y se ha convertido en una clave para comprender las transformaciones del mundo posmoderno. Cuando en Kentucky se inaugura un engendro museístico que mezcla tiranosaurios con hombres prehistóricos del 4.000 a. C., en el parlamento panameño se aprueba una ley que convierte a Septiembre en el mes de la Biblia, las ofensas a las creencias religiosas se pagan con cárcel en El Salvador y en Etiopía se recomienda el agua bendita para enfrentarse al SIDA, pensar que la religión es “un asunto personal” requiere de mucha ignorancia o de mucha mala fe.
La barbarie de los idealismos, fanatizados o no, amenaza a la vida pública, a nuestras libertades y a nuestros derechos. Sólo desde una radicalidad materialista sería posible levantar el velo del escolasticismo feudal y contrarrestar esta peligrosa espiral de violencia a la que nos arrastra. ¿Se trata de un simple espacio de transición, de una oquedad en el desarrollo del patrimonio de la Ilustración, o de una pendiente que se desliza hacia la Guerra Santa y el olvido de la racionalidad? En cualquier caso, no son las hipotéticas proyecciones en el futuro lo que debe preocuparnos, sino las maniobras actuales de los censores, líderes y portavoces de esa última cruzada contraria al pensamiento crítico que parece reivindicar todo el protagonismo posible. La pesadilla continúa. Nuestra voluntad de hacerla desaparecer también.
Editorial del Boletín Digital FIdA nº 124, 28.05.07, 615 suscriptores.
28.5.07
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