8.11.08

Comunicado de apoyo a Alex de la Iglesia

De nuevo han salido los talibanes cristianos de sus madrigueras para bombardear la libertad de expresión. Tienen la piel tan fina que no pueden soportar que nadie, ni siquiera un personaje de ficción, en un género de ciencia ficción, en una serie de humor absurdo, por un personaje que es “el malo”, diga algo que no les guste. Les ofende, pero no se limitan a este sentimiento personal, privado. Después de todo, hasta aquí no dejaría de ser un problema psicológico o, en el peor de los casos, psiquiátrico. El problema es que de ahí dan el salto hasta considerar que es necesario acallar esa voz, y ese capítulo y esa serie. De momento no han solicitado quemar en la plaza pública a todos los miembros del equipo, pero si empresas e instituciones siguen bajándose los pantalones antes sus bravatas ese día llegará o, mejor dicho, volverá, como cuando ellos mandaban. Lo consiguieron con el acoso a La Sexta, al intimidar a unas cuantas empresas, y lo van a seguir consiguiendo si no detenemos su avance.

Tiene gracia, maldita la gracia, que ellos, precisamente ellos, pidan respeto. El respeto no hay que pedirlo, hay que ganárselo; y desde luego ellos no lo merecen. Ellos, que como gran aportación a la civilización tienen en su haber el índice de libros prohibidos o la quema de libros (costumbre luego adoptada por los franquistas y por los nazis). Ellos, que tienen como emisora a un nido de víboras desde donde insultan y se burlan de todos aquellos que no aceptan su moral estreñida y con sus ideas medievales. Ellos, que tachan a los homosexuales de enfermos. Ellos, que llaman asesinas a las mujeres que abortan. Ellos, que consideran al ateísmo como el origen de todos los males… ¿Ellos son los que piden respeto? Permitan que nos riamos, aunque el asunto no tenga ni pizca de gracia.

Hay mucha gente que se siente ofendida cuando de sus impuestos se subvenciona, como en ningún país del mundo, a la Iglesia católica. O cuando con dinero público se paga el sueldo de los capellanes castrenses o de los curas que pululan por los hospitales públicos. O cuando a los niños se les inyecta la catequesis en la escuela, en vez de recibir una educación científica y racional. O cuando los políticos juran sus cargos frente a un crucifijo y una Biblia. O cuando en los funerales de Estado se impone a los muertos un rito mágico incluso ajeno, en ocasiones, a las creencias profesadas en vida. Todo eso no son palabras, son hechos y dinero. Y es para sentirse ofendido. Sin embargo, no solicitamos que se prohíba actuar a la Iglesia católica, o que se la censure. Afortunadamente, hay una gran distancia ética entre ellos y nosotros.

No vamos a entrar aquí a analizar el motivo de la “ofensa”. Alex de la Iglesia lo ha explicado perfectamente en su respuesta titulada “Roswell y el arte renacentista”. No necesita que nadie lo interprete o lo defienda, para eso se basta y se sobra él solo. Pero si llega a leer estas líneas nos gustaría pedirle un favor: que no se autocensure, que no deje que se salgan con la suya. Que siga creando con libertad, haciendo lo que le dé la gana. Que siga usando su talento y haciéndonos felices con su trabajo. Ninguna sotana tiene derecho a fiscalizarlo. Si él cede, o Televisión Española les hace caso, estaremos un paso más cerca de la dictadura de las conciencias a la que aspiran esos ridículos integristas.

Comité Ejecutivo de la Federación Internacional de Ateos (FIdA)

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