Para la Iglesia las leyes de memoria histórica "deterioran la convivencia serena". La Iglesia ha acusado al Gobierno de guerracivilismo con las leyes de memoria histórica. Hasta ahora la Conferencia Episcopal había chocado con el Gobierno pero la dialéctica de hoy es tan contundente y su mensaje tan duro que merece atención detenida. La Iglesia dice que las leyes de memoria histórica "deterioran la convivencia serena" y, en segundo lugar, que hay que "olvidar". Las asociaciones de memoria histórica consideran que lo que la Iglesia quiere "olvidar" es su papel en la Guerra Civil y en la dictadura y recuerdan que se sigue canonizando a mártires de tal bando, el de la Iglesia y el franquismo. El Gobierno guarda silencio, pero el PSOE ha contestado que no se puede borrar la historia de nuestro país y ha pedido a todas las instituciones que respeten las decisiones judiciales. Por su parte, las declaraciones del presidente de la Conferencia Episcopal, Antonio María Rouco Varela, se suman a las del arzobispo de Toledo, Antonio Cañizares, que ayer hablaba de "cristofobia", de una sociedad "enferma". También a las del cardenal amigo que dice que la sentencia que obliga a quitar crucifijos de las escuelas "dificultan las convivencia". El PP ha respaldado a la Iglesia (Cuatro, 24.11.08)
Rouco sobre la memoria histórica: "Es necesario saber olvidar". "Es necesario saber olvidar". De esta forma tan explícita se ha pronunciado el presidente de la Conferencia Episcopal Española (CEE), el cardenal y arzobispo de Madrid, Antonio María Rouco, en relación con la memoria histórica en el discurso que ha pronunciado con motivo de la apertura de la Asamblea Plenaria de la CEE. El prelado ha aclarado que este olvido se debe producir "no por ignorancia o cobardía, sino en virtud de una voluntad de reconciliación y de perdón verdaderamente responsable y fuerte; una voluntad basada en los altos ideales de la paz que se alimenta de la justicia, de la libertad y ¿por qué no decirlo? del perdón y del amor fraterno" (RTVE, 24.11.08)
La Iglesia hace gala de su memoria selectiva. En 1975, muerto el dictador, el cardenal Vicente Enrique y Tarancón afirmó en la misa de coronación del rey Juan Carlos: "Que reine la verdad en nuestra España; que la mentira no invada nuestras instituciones; que ninguna forma de opresión esclavice a nadie". Más 30 años después, su sucesor en la Conferencia Episcopal, Antonio María Rouco Varela, pide directamente "el olvido". ¿Cuál es la verdad que Tarancón quiso recuperar y Rouco quiere olvidar? La de la participación de la Iglesia en la represión desatada desde el 18 de julio de 1936 y su silencio en una cruda posguerra, que eliminó a 50.000 personas (D. Barcala, en Público, 24.11.08).
La Iglesia y la represión franquista. La tragedia de las víctimas de la Guerra Civil y de la dictadura de Franco se ha convertido en las últimas semanas en el eje de un debate social, político y judicial. Con ese recuerdo, ha revivido de nuevo ante nosotros el pasado más oculto y reprimido. Algunos se enteran ahora con estupor de acontecimientos que los historiadores ya habían documentado. Otros, casi siempre los que menos saben o a los que más incomodidad les produce esos relatos, dicen estar cansados de tanta historia y memoria de guerra y dictadura. Es un pasado que vuelve con diferentes significados, lo actualizan los herederos de las víctimas y de sus verdugos. Y como opinar es libre y la ignorancia no ocupa lugar, muchos han acudido a las deformaciones para hacer frente a la barbarie que se despliega ante sus ojos. Lo que hizo la Iglesia católica en ese pasado y lo que dice sobre él en el presente refleja perfectamente esa tensión entre la historia y el falseamiento de los hechos. "La sangre de los mártires es el mejor antídoto contra la anemia de la fe", declaró hace apenas un mes Juan Antonio Martínez Camino, secretario general y portavoz de la Conferencia Episcopal, en el fragor del debate sobre las diligencias abiertas por el juez Garzón acerca de la represión franquista. "A veces es necesario saber olvidar", afirma ahora Antonio María Rouco. Es decir, a la Iglesia católica le gusta recordar lo mucho que perdió y sufrió durante la República y la Guerra Civil, pero si se trata de informar e investigar sobre los otros muertos, sobre la otra violencia, aquella que el clero no dudó en bendecir y legitimar, entonces se están abriendo "viejas heridas" y ya se sabe quiénes son los responsables (Julián Casanova, en El País, 26.11.08).
“¡Que Dios nos ayude para ser valientes, dar testimonios de cristianos, de falangistas y de españoles de verdad!” . Después de rezar el Padrenuestro, el padre Don Amable alza el tono de voz para dirigirse a los jóvenes fascistas que le escuchan en el monte de Belchite (Zaragoza). El objetivo de este cura fascista no es otro que pedir a Dios por todas sus “dificultades, pruebas y problemas”. Don Amable está convencido de que “nuestro Señor” les “escucha” y les “sabe entender”. Por tanto, no duda en pedir a Dios que les “ayude y les dé fortaleza para ser valientes, dar testimonios de cristianos, de falangistas y de españoles de verdad”. Aunque no lo parezca, esta escena ocurrió este mes de noviembre y fue grabada por un miembro del partido de extrema derecha Acción Juvenil Española (AJE). Pero el Padre Amable no es el único cura que desobedece las órdenes del presidente de la Conferencia Episcopal, Rouco Varela, partidario de “cultivar el espíritu de reconciliación, sacrificado y generoso” de la Transición. El padre Manuel Martínez Cano, perteneciente a los Misioneros de Cristo Rey, tampoco optó por “olvidar” el pasado. Así, el último domingo de este mes, fecha en la que se celebra la Festividad de Cristo Rey, este cura acudió en peregrinación hasta la Cruz del Bartolo, en Castellón. Allí, rodeado de varios dirigentes de ultraderecha, Martínez Cano alertó de que determinados colectivos “quieren destruir la obra de la Iglesia”, al igual que destruyeron esta cruz en 1936. Este mes de noviembre, la Iglesia católica también homenajeó a los “mártires de Aravaca”. En esta ocasión, el encargado de oficiar la misa fue el Padre dominico Francisco Pérez Arcos, quien “habló de las innumerables moradas del cielo donde habitan no sólo los que han sido canonizados por la Iglesia, sino todos cuantos gozan de la bienaventuranza”. Al final del acto religioso, los asistentes cantaron el Cara al Sol a la par que realizaban el saludo fascista. “La noche anterior, manos alevosas y criminales que se solidarizan con los asesinos del ayer, alardeando otra vez de su falta de formación humana y cristiana, de su rabiosa antiespañolía, de su falta de respeto a muertos y vivos, pintarrajearon el altar, la cruz, los símbolos y los muros. Así dieron ocasión a engalanarlas más, con banderas de España, para tapar su villanía. Curiosamente, el yugo y las flechas quedó cruzado por una cruz roja, como si fuera otra vez la unión de Falange y Tradición, el símbolo de los Reyes Católicos y la Cruz de San Andrés que su sucesor Felipe el Hermoso trajo a estos reinos. La estulticia de estos desalmados hijos de Satanás no quedará impune, pues ya hay rastros fiables para descubrirles y darles su merecido, desde la matrícula de un coche blanco que fue visto hasta las huellas dactilares en el cubo de la basura que usaron como trampolín”, se afirma sobre este acto en la página web del grupúsculo de extrema derecha AJE. Sin duda, Paracuellos del Jarama es otro de los lugares a los que los nostálgicos fascistas acuden con más asiduidad. En este lugar, es habitual que en la misa suene el himno de España. Incluso, este mes de noviembre, al finalizar un acto religioso, “el Presidente de la Hermandad y el párroco emérito del municipio madrileño de Loeches depositaron una corona de laurel ante el monolito que se yergue en medio del camposanto, mientras sonaba La muerte no es el final. Después, el público entonó espontáneamente el Cara al sol” (J. M. Garrido, en El Plural, 26.11.08)..
The Spirit of Atheist Christmas Giving
Hace 10 horas
Madre mía vaya pandillitas ... qué tristes.
ResponderEliminarLa religión jamás tendría que tener nada que ver con la política ni con las ideologías.