La última carta del líder de la Democracia Cristiana Aldo Moro desde su cautiverio constituye una denuncia contra el Vaticano y el papa Pablo VI, su amigo, a los que acusa de haberlo abandonado a su fatal destino: la ejecución en 1978 por parte de las Brigadas Rojas tras 55 días secuestrado.
Treinta años después de su muerte, un libro cuenta como se gestó la llamada "línea de la firmeza" y las razones que llevaron al Vaticano a apoyar la intransigencia adoptada por el Estado italiano pese a los esfuerzos de algunos sectores de la iglesia para que se negociara la liberación de Moro con las Brigadas Rojas.
La periodista Annachiara Valle, autora del libro 'La Iglesia en Italia en los años de plomo' cita la significativa reacción del cardenal Giuseppe Siri, tras conocer la noticia del secuestro de Moro: "Obtuvo lo que se merecía". Para Valle, en el Vaticano reinaba un fuerte anticomunismo y los sectores más conservadores de la Democracia Cristiana se oponían con todas sus fuerzas al "compromiso histórico" con el Partido Comunista impulsado por Moro. "Por culpa de Moro muchos fieles creían que seguían el camino de Cristo, en cambio seguían el de Marx", comentó irritado Siri.
El Papa, que apoyaba inicialmente toda mediación, tuvo que ceder tras la creciente inflexibilidad hacia las negociaciones. El 22 de abril de 1978, 36 días después del secuestro, Pablo VI suplicó de "rodillas" a los "hombres de las Brigadas Rojas", la liberación de Moro "sin condiciones".
Esas dos últimas palabras, "sin condiciones", que contrastaban con el tono conmovedor de la carta papal, fueron interpretadas por Moro como un mensaje de que la Iglesia abandonaba toda posibilidad de negociación. "Fue el peor momento de su secuestro", sostiene Anna Laura Braghetti, una de sus carceleras, en el libro 'El prisionero'. "Aldo Moro comprendió en ese momento que el círculo se había cerrado en el punto que pensaba que podía quebrarse", escribió.
Cuatro años antes, la Santa Sede había intercedido con éxito en el secuestro del procurador de Génova, Mario Sossi, por parte de los brigadistas, obteniendo su liberación tras 35 días.
El 30 de marzo de 1978, el portavoz del Vaticano había sostenido que la Santa Sede "no eludía las gestiones humanitarias", lo que resultaba como una suerte de salida.
Desde su prisión, Moro reconocía en una carta a su esposa que "la clave de su liberación estaba en el Vaticano".
El obispo Bettazzi contó a Annachiara Valle que un grupo de prelados se ofrecieron en canje, lo que fue rechazado por un colaborador del Papa, monseñor Giuseppe Caprio, con las siguientes palabras: "Es preferible un hombre muerto a que sucumba toda la nación".
La "línea de la firmeza" se había impuesto también tras las murallas del Vaticano.
Fuente:
AFP, 09.05.08.
Vídeo: "Death in Rome", documental producido por Michel Noll sobre el secuestro y posterior asesinato del Primer Ministro italiano Aldo Moro (45:00).
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